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EL MERCADO PETROLERO EN TIEMPOS DE PANDEMIA.

Actualizado: 28 ene 2021

Por: Luis Renato Amórtegui Rodríguez

Economista de la Pontificia Universidad Javeriana con Maestría en Estrategia y Geopolítica de la Escuela Superior de Guerra, Maestría en Administración de Negocios – MBA de la Universidad de los Andes y Maestría en Planificación y Administración del Desarrollo Regional de la Universidad de los Andes.


La pandemia del nuevo coronavirus (COVID-19) muestra los riesgos latentes a la vida humana en este tipo de situaciones imprevistas y de rápida expansión, con sus consecuencias esperadas en los patrones de consumo, las cadenas de valor y en la dinámica de la transición energética. Esto recuerda, la peste negra de mediados del siglo XIV durante la Edad Media, considerada “la epidemia más mortífera”, al diezmar el 63% de la población europea, de 80 a 30 millones de personas y traer consecuencias en la dinámica poblacional y laboral, en las actividades productivas y en el posible aceleramiento del “arranque del Renacimiento y el inicio de la modernización de Europa” (National Geographic, 2012).


Entre los efectos de esta pandemia sobre el mercado petrolero, se tiene la disminución vertiginosa de los precios de un máximo de 70,25 USD / barril del 6 de enero a un mínimo de 9,12 para el 21 de abril (U.S. Energy Information Administration, 2020), ocasionado en la caída en la demanda ante el fuerte shock de la economía que afectó el consumo y en la guerra de precios entre Arabia Saudita y Rusia que aumentó la oferta del producto. Situación inusual en un mercado oligopólico, donde el volumen producido es una variable importante en la formación de los precios acorde a la fijación de cuotas de producción del cartel de la Organización de los Países Exportadores de Petróleo (OPEP) a sus países miembros, en función al crecimiento económico mundial, los avances tecnológicos, la situación geopolítica del Oriente Medio, los conflictos armados entre las naciones de esta región y los ataques terroristas a la infraestructura petrolera, entre otros.


A esto se agregan, las condiciones particulares del petróleo y la configuración del mercado: un recurso estratégico para el desarrollo y el crecimiento económico de los países y que junto con el gas natural aportan más de la mitad de las fuentes energéticas primarias a nivel mundial; además de la concentración en pocos países de las reservas, la producción y el consumo, determinada por el azar de la naturaleza, la capacidad tecnológica y el nivel de desarrollo de los países, respectivamente, evidenciado al analizar las estadísticas de British Petroleum (2020).


La caída de los precios en 2014, en cambio, fue gradual y obedeció a una crisis global, cuyas primeras manifestaciones se relacionaron con la caída de las bolsas a mediados de octubre, atribuida inicialmente a “una combinación de factores económicos, geopolíticos y psicológicos” (Semana, 2014): recesión en la zona euro, tensiones geopolíticas del expansionismo ruso en Ucrania, las guerras del medio oriente y el pánico debido a la incapacidad de contener el virus del ébola. Dinero (2015), afirmaba que los precios del petróleo desde 1960, “no fluctúan al ritmo de la oferta y la demanda, sino al ritmo de las decisiones de la OPEP, y su mayor productor y líder de la organización, Arabia Saudita”.


Con respecto a la guerra de precios, esta fue protagonizada por dos de los tres mayores productores mundiales de petróleo: Rusia y Arabia Saudita, cuyo destino de sus crudos es el mercado externo tendiente a la generación de ingresos para mejorar su situación fiscal y sus reservas internacionales como lo expresa Forbes (2020); esta situación, a pesar de los pactos de colaboración entre la OPEP y Rusia con otros países ajenos al cartel, denominados OPEP+, realizados en 2017 para disminuir el suministro de crudo al mercado, tendiente a contrarrestar la mayor oferta de los yacimientos no convencionales de los Estados Unidos, como lo manifiesta Hart Energy (2019).


Dos días antes de la declaratoria de la pandemia de la COVID-19 por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 11 de marzo, las bolsas de valores y la cotización del crudo Brent se habían desplomado por la guerra de precios, tras el fracaso de una reunión de la OPEP en Viena y la negativa de recorte de Moscú del 7 de marzo, porque estaban “sacando el petróleo barato árabe y ruso para dejar espacio para el caro petróleo de los esquistos de Estados Unidos” (BBC News, 2020). Por lo cual, Arabia Saudita y Rusia aumentan su producción y dado esto, a inicios de abril, la demanda del año había caído cerca del 30% (30 millones de barriles día) a causa de la pandemia y los recortes apenas alcanzaban los 10 millones, según Hart Energy (2020); y como la capacidad de inventario estaba llegando a sus límites, el precio del crudo WTI fue negativo para el 20 de abril, de acuerdo con El País (2020).


Esta coyuntura de bajos precios, sobreproducción y acumulación de inventarios, ha forzado convenios entre los países de la OPEP+, incrementando los precios a unos niveles inferiores a los de antes de la pandemia, sin dejar la reactivación de la demanda.


Dado lo anterior, se observa el fortalecimiento de las prácticas oligopolistas a través de la OPEP+ y como los intereses de los líderes de cada grupo: Arabia Saudita y Rusia, se han alineado y enfrentado en esta pandemia. Asimismo, otro actor importante del mercado son los Estados Unidos, al ser el mayor productor en los últimos años mediante el desarrollo de los yacimientos no convencionales, utilizando la técnica del fracturamiento hidráulico o fracking.

(Fuente: Noticias de Israel)



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